¿Tenemos los que nos merecemos?

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En este día tan raro todo empieza a confundirse. No tengo ninguna reunión por la mañana, se han cancelado y, casi sin darme cuenta, me ha asaltado la tristeza otra vez. Lo mejor es tener trabajo y no pensar.

Tengo demasiados frentes abiertos, y no paran de abrirse más. Retos vitales de los que uno no puede escapar, abismos a los que hay que asomarse.

Pese a todo, sin ganas de nada. Un poco de descanso, un poco de esperanza en vena, algo que devuelva lecturas en el marcador de ilusión. Echo de menos escaparme a un par de conciertos para poder llorar por dentro un ratito nada más. Escribir la novela de la vida que no viví.

Ésta es la historia de mi vida: en los momentos en los que más débil estoy, espiritualmente hablando, la vida me pide un esfuerzo sublime. O dos. Y yo, que no sé sino batirme, que no sé negarle nada a la esperanza, sucia ramera, no hago más que correr hacia adelante, con la esperanza de encontrarte, de encontrarme. De que un día me llames para despertarme a tu lado.

Lo dicho, a estas alturas de la vida no queda sino batirse.

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