No me entiendo. No hay manera de entender por qué estoy así, serán cosas de la edad, será una adolescencia mal curada que ahora remite, como las fiebres tercianas.
No hay manera de entenderlo, ni de explicarlo, aunque sé perfectamente qué me pasa: necesito a alguien a quien yo le permita coser mis heridas, reconstruir mis pedazos. Porque, aunque tengo personas maravillosas a mi alrededor que lo harían, no les dejo acercarse. Sé que les duele, pero lo siento, no estoy en mi mejor momento y no encuentro la manera de justificar todo esto, cómo justificar las noches en que cierro los ojos intentando que no se vean las lágrimas, y las ganas de apagar la luz y dormir con la esperanza de no soñar.
Ya os digo que necesito confesión, con alguien a quien no vuelva a ver, porque me avergüenza todo lo que me emponzoña el corazón, oscuro tósigo. Necesito un concierto de los amigos, con poca gente y los corazones a flor de piel, donde poder recordar a quien juré olvidar, donde poder olvidar a quien vive en mis recuerdos.
Luego hablamos.