Campus stellae, campo de estrellas. Hoy, que estoy un poco más borracho que de costumbre, un poco más melancólico de lo aconsejable, me ha dado por recordar. Aparte de recordar a mujeres con ojos color de mar embravecido a las que nunca les escribiré en la espalda «fui yo», me he acordado de mi único viaje a Santiago, en la inmejorable compañía de Antonio J. Y de cómo me enamoré de esa ciudad vieja, sabia, triste. De cómo soñé perderme con un amor imposible y malgastar allí mis días entre versos y ron y madera.
Es que hoy te echo de menos.