A veces se enciende una luz.
Otras veces se apaga.
Hay caídas estrepitosas,
con ruido de cacharros y porcelana,
o hundimientos sordos, silentes,
con un suspiro.
Empiezo a recoger los restos del naufragio, esparcidos por la arena. Hay momentos en los que la realidad te impone retiradas, abandonos. En que el dolor ya anestesia, y la decepción pasa a ser una lamentable evidencia de que estabas equivocado. Una lástima que haya que cerrar el baluarte y abandonar la plaza. Pero la guerra es así. En todas las contiendas, el último que permanece en pie es el que vence. En todas menos en las guerras del corazón.
Levantar otra vez las murallas. Volver a cegar las ventanas. Que la oscuridad vuelva a adueñarse de todo por un tiempo.