Era un buen día para el deseo.
Para perderse en la brumosa Londres
y no volver jamás a este sur maldito.
Pero nunca huiremos de la mano,
porque tú nunca me tomarás por ella
y yo no tendré el valor para huir solo.
Así que nos quedamos en este sur, en esta condena.
Tú, con tus gatos y tus líos y tu indiferencia;
yo, con mis lobos y mis sueños y mi esperanza.
Y sigo esperando una sola señal tuya,
una sola caricia, un solo beso,
una sola noche en tu espalda.