Hoy no tengo ganas de escribir.
Quería escribir un poema,
un poema que empezaba:
«Me enamoré de una princesa de cuento
que llamaba a las puertas de los pasillos,
que fotografiaba a los tristes del camino,
que bailaba a Fangoria en las aceras.
Me enamoré de una princesa de cuento
que nunca se enamoró de mí».
Pero no tengo ganas de escribirlo.
Me gustaría hallar la paz que me falta
entre sus manos, entre sus labios, entre sus piernas.
Y entonces tampoco creo que escribiera.
Porque para escribir poesía necesito de tristeza
y al lado de las princesas de cuento se suele ser feliz.