Tantas bofetadas en mi vida, tantos errores y tan pocos aciertos me llevaron a redactar mi manual. Y, lamentablemente, funciona. Funciona lamentablemente bien.
Son ese conjunto de normas que te hacen de acero, de piedra. De fuego, si hiciera falta. Un manual que ayuda a superar los obstáculos o a morir con cierta dignidad.
Un manual aburrido, con normas infalibles o inevitables, a saber qué y cómo, que te ayudan a pasar sin alma, sin sombra y sin espejo, con certeza.
Existe una parte secreta en ese manual: el adendo de excepciones. Y es que los manuales sirven de poco si uno no sabe cuándo hay que seguirlo y cuándo saltárselo. Cuándo las normas te ayudan a vivir y las excepciones a morir.