No me hace falta ver la tele ni leer los periódicos para saber que al mundo lo afeita un barbero borracho. Quizá nosotros estamos en la mejilla, y el tercer mundo está en la barbilla, donde hay más cortes en el rasurado diario. Pero a todos nos pasa la cuchilla por encima, en mayor o menos medida, con mayor o menor daño.
No hace falta ser pobre para que te roben, te manipulen, te maten. Si eres pobre, sin valedores, en la barbilla o comisuras del mundo, se preocupan menos de las formas. Quizá somos más afortunados sólo en las formas, y nos compadecemos de los demás sin ser conscientes de las cuchillas que nos pasan todos los días. De los intereses que están por encima de todo y de todos.
Un jardinero fiel, una esposa infiel, el dinero por encima de todos. Aunque hoy «El jardinero fiel» va sobre muchas cosas más, sobre la vida, sobre las derrotas. Sobre quienes luchan todos los días y, pese a ello, mantienen las esperanza intacta. Cómo los envidio yo, que me he rendido, quiero creer que con honor. Pero rendido, abrumado por todo lo que me lastra, por todo lo que me hundió.
No soy nada, cada vez soy menos. Cada vez soy más cáscara vacía que vive de costumbre, que todavía conserva los mecanismos automáticos para mantener viva la llama, casi testimonial.
Hoy nada es lo que parece. Sigo siendo fiel, quiero creer que incluso jardinero fiel. Sigo haciendo lo que hay que hacer.