La traducción fue bastante desafortunada, porque en en inglés es «The Natural», algo así como «el nato», «el agraciado con un don». Alguien que ha sido agraciado, de manera innata, con una cualidad excepcional. En este caso, para el béisbol. Pero ese don natural no es nada sin esfuerzo, sin trabajo.
Cada vez que veía el fin más allá de toda duda, veía esa película. En los viejos VHS, grabada de «La 2», con anuncios. Memorizando sus frase, diciéndome a mí mismo que donde hay voluntad hay un camino, y que en la vida hay y malos, agradecidos y desagradecidos, amables y abominables.
Aquellos, pese a lo que pueda parecer, eran tiempos fáciles. Básicamente porque había un objetivo claro, un lugar al que llegar, una playa que tomar. Casi a cualquier precio.
De algo sirvió, creo, junto a «La princesa prometida» y a «Casablanca». Llegué. Pero nada es fácil en Ítaca.
No sé por qué la estoy viendo ahora, Lagavulin en mano, amarrado a la tristeza. Quizá es que necesito algo de esperanza en vena para poder un paso más, reordenar mis filas y lanzar de nuevo el ataque. Quizá siempre espero demasiado, siempre sueño despierto.
«Venga, Hobbs, revienta esa bola».
Dear Old Girl.