Vaya por delante que la culpa es únicamente nuestra, porque de palabra, obra u omisión permitimos que todo esto ocurra, que todo haya llegado hasta estos extremos de esperpento. Estoy en el centro de investigación Príncipe Felipe, otrora buque insignia del gobierno valenciano en su apuesta por la investigación y ahora pecio encallado en los arrecifes de la estulticia para mofa, befa y escarnio público. El motivo de mi visita: una jornada de Open Innovation organizada por una farmacéutica, la GVA y el propio CI Príncipe Felipe. No creo que sepan lo que es. Nada más ver esto la cosa ya apestaba: las empresas privadas están moduladas por la codicia, y son un buen vivero para atraer políticos cuya abnegación, sacrificio y deseo de servir están más allá de toda duda. La GVA, que se sustenta de fotos, publicidad y hechos hueros con los que llenar muescas en la culta del revólver pre-electoral. Y qué no contar del Príncipe Felipe (el centro de investigación) que no haya salido ya en los medios. Cuando uno ve el programa la cosa hiede: políticos y altos cargos de todos los sitios defendiendo la investigación, de la mano de una empresa, todo financiado del caudal público. Y los temas, sobre el papel interesantes, aunque ya sabemos lo que da de sí todo esto en manos de facinerosos. Al llegar aquí todo se confirma: mucho protocolo, cámaras, chaquetas y corbatas; muchos corrillos de conocidos y poca ciencia. Coches oficiales con ventanillas oscurecidas hasta la puerta. Me meto dentro para no vomitar ante el espectáculo al que todos aplaudimos como se aplaudió al Rey desnudo. Hay una manera infalible de distinguir quién ha venido a trabajar y quién a que lo vean: la corbata. Toda la infantería ha venido en ropa de calle, más o menos digna. Los parásitos, de chaqueta, corbata y gomina, ahítos de orgullo hasta casi reventar. Se llena la sala, y han usado, a fe mía, pardiez, becarios del propio centro. Habrá unas 75 personas en el salón, muchas de ellas con esa pinta de soñadores perdidos que tienen los becarios. Mal augurio: el ordenador de la presentación es un Mac. Eso no es empezar con buen pie. Flashes, prisas, entra el Conseller con la sonrisa profiden de los que saben que vende imagen, humo y palabras vacías. De todos los que han nombrado, sólo se salva el profesor Grisolía, el único científico. Los demás, cargos políticos y de gestión. Grisolía lleva corbata pero él es un señor 😉 Lástima de país, en 2000 años no hemos aprendido nada. La empresa está aquí por el bien de la comunidad, cómo no. Porque nos quiere, porque quiere que estemos sanos y nos curemos. Y si son caros, es por culpa de la administración, claro. Ahora los asistentes han subido, habrá más de 100 personas, y es que los palmeros y acólitos también ocupan lugar. Según el Conseller, gestor de pro, abnegado ciudadano al servicio público, hay que arrimar el hombro, pero estamos saliendo de la crisis. En fin, os dejo, no creo que dure mucho aquí, ni que abra la boca. Por si acaso. Últimamente decir lo que uno piensa, lo que uno cree que es verdad, no está muy bien visto.