Puedo escribir los versos más tristes esta noche

en

Ya no sé si es que estoy triste o es que me acuerdo, y es que a veces los recuerdos vuelven y me asaltan y no puedo demasiado con ellos. Todo fue un sueño, qué lástima.

He comprobado estos días, en medio de la vorágine y del caos, la mezquindad de quienes tienen poder, de quienes debieran estar al servicio del pueblo y han acabado poniendo el pueblo a su servicio para seguir aferrados a un modo de vida que no es sino un parásito social. Qué lástima de sociedad, de cultura, de justicia, de país. Hemos llegado ya a un punto que no queda sino batirse. Podemos seguir soportando lo insoportable y lamentarnos, huir de este país y de esta sentina o pelear. Reclamar lo que es nuestro y de todos, recuperarlo y echar de la vida y de la sociedad a quienes tanto daño ha hecho.

Y yo, que como los Pablorromero me crezco ante la adversidad, estoy empezando a calentarme. Como decía Reverte en «Esa gentuza»

Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas.

Supongo que ellos tienen todavía más miedo que nosotros. Y es que lo nuestro ya no es miedo: se llama desesperación, desilusión, rabia. Estamos a dos dedos de salir a la calle, y lo saben. Así que como quienes somos cumpliremos. Pero ésa es otra historia, y será contada en otra ocasión.