Tiempo muerto

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Ya estoy volviendo a mi estado estacionario: marrones y preocupaciones por doquier. Tantos, que dentro de poco empezaré a soltar lastre y a olvidar, a ocuparme un poquito de mí mismo, a ver qué puedo salvar de este naufragio.

Esta mañana he venido oyendo las noticias, oyendo a los políticos presumir de sus votos, de su elección democrática y de las obligaciones del pueblo para con ellos. Demasiadas tonterías; estos tíos nos han tomado la medida y están ahí, acomodados y viviendo a nuestra costa, representando una opera bufa (más bien una tragicomedia). Y nosotros, gilipollas, no les damos boleto. De escrache nada: posta lobera y paredón.

Estos días el cuerpo me pide marcha. Me pide rebelarme y correr y gritar, en los últimos estertores de un tiempo que se me escapa. Han sido unas Pascuas con bastante tristeza, bastantes recuerdos agridulces. Empieza a surgir en mí el deseo de liarme la manta a la cabeza, de cometer locuras. De huir.

 Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no sirve de nada.

José Luis Sampedro

Pero no sirve de nada tener esos derechos si no se usan: el derecho de libre expresión cuando nadie contradice al gobierno, la libertad de prensa cuando nadie está dispuesto a formular las preguntas importantes, el derecho de reunión cuando no hay protesta, el sufragio universal cuando vota menos de la mitad del electorado, la separación de la Iglesia y el Estado cuando no se repara regularmente el muro que los separa. Por falta de uso, pueden llegar a convertirse en poco más que objetos votivos, pura palabrería patriótica. Los derechos y las libertades o se usan o se pierden.

Carl Sagan, El mundo y sus demonios.