Tras estos días inciertos en los que se ha destapado parte de los negocios de los políticos, se me está subiendo la sangre a la cabeza.
Yo soy un puto funcionario. He pasado por no sé cuántos exámenes para llegar aquí. Tengo el sueldo congelado desde que el mundo es mundo, y si quiero algún complemento, tengo que pasar exámenes cada 5 y 6 años.
Para ser político no hacen falta estudios. Sólo ser un ladrón, un sinvergüenza sin escrúpulos y tener amigos. Puedes hacerlo mal, hundir un país, arruinar, robar… No te bajan el sueldo ni te destituyen. Aunque tu partido pierda, sigues en la oposición hasta que la tortilla se dé la vuelta. O, si no, a un alto cargo a una empresa de amiguetes y a seguir viviendo.
Y si te pillan robando, lo niegas aunque salgas en la foto, aunque te hayan pillado diciendo que estás en política para medrar. Todo el mecanismo político está a su servicio para protegerlos, para protegerse. Que lobo no come lobo.
Mientras tanto, nos exigen sacrificio. Nos recortan los servicios por el coste excesivo, mientras con dinero público salvan bancos, empresas privadas. Con dinero público comen y beben y viven por encima de nuestras posibilidades (las de nosotros, no las suyas). Con dinero público financian partidos políticos que son sectas, tabernáculos de amigos cuyo fin es perpetuarse y medrar. Tenemos listas cerradas donde se vota, por puro fanatismo, a unas siglas, sin importar ni saber siquiera quiénes son los nombres, qué méritos han alcanzado para merecer estar ahí. Cuál es su currículum para decidir sobre nuestras vidas y haciendas.
No nos gobiernan los mejores, ni los más preparados. Ni siquiera los más tontos. Nos gobiernan ladrones y sinvergüenzas, parásitos de la sociedad. Y, ahora, ni siquiera podemos hacer nada por echarlos. Ni ahora ni cuando hayan elecciones: ningún partido pone a hombres capaces al frente del país para llevarlo más allá.
¿Qué podemos hacer? Por favor, no les votéis. No les votéis a los partidos que están hundiendo a España y a los españoles mientras roban y viven a nuestra costa. Quizá esté llegando el momento de sacarlos a todos a la calle y pegarles un tiro, sin preguntarles, sin permitirles hablar para que nos vuelvan a encantar con su lenguaje de serpientes.
Aquí no hay futuro.