Aprovecho un oscuro, extraño momento de calma para poner al día muchos asuntos administrativos que había abandonado temporalmente. Como digo yo, sacando mierda atrasada, que la mies es mucha y pocos los segadores.
Y ahora, mientras espero para ir a comer, siempre con buena gente, me dedico a no decir nada aquí, porque, con todo lo que se me avecina, no me ha dado tiempo de pensar nada. Sólo soñar, mis extraños sueños con el coche, que lo rayo o lo golpeo. Y como vivo en él…
Ahora ya no sueño despierto, y mi cuerpo, como rebelado, se dedica a soñar por las noches. ¡Malhaya sea mi suerte!
Es una paráfrasis del siguiente pasaje de uno de los libros del Antiguo Testamento, el Eclesiástico: “Quien respeta a su padre tendrá larga vida, /quien obedece al Señor conforta a su madre, /y sirve a sus padres como si fueran sus amos./Honra a tu padre de palabra y obra,/para que su bendición llegue hasta ti. /Porque la bendición del padre asegura la casa de sus hijos, /y la maldición de la madre arranca los cimientos”.