Llevo un mes de perros. De los peores en mucho tiempo. Bankia y su desfachatez, 1and1 y su impresentabilidad absoluta, la presidencia del Ampa que me quita el sueño, la dirección del departamento que me quita la salud, mi propia impresentabilidad innata, y el no saber decir que no a nadie, que me quita el tiempo. Si lo aderezamos con cuatro malasombras que sólo buscan joder, tenemos un mes para olvidar.
Así que estoy sin tiempo ni ganas de nada ni de nadie, con el estómago revuelto una semana (lo habitual de los nervios), la boca llena de llagas (mi particular forma de interiorizar los nervios) y buscando una recortada por algún sitio.
Pero vamos a poner orden. Me he apuntado a atletismo y al gimnasio, a quemar mala leche durante la hora de comer. Y voy a decir que no a todo el mundo. Y me voy a buscar una rubia seca para fugarme a Nueva York y olvidaros a todo y salir en «Corazón, corazón» para daros envidia. O a Alaska, siempre que pille a O’Connell y suficientes reservas de Lagavulin.
Pero lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible.
Gracias a todos por estar ahí. La semana que viene prometo volver. Como se dice en mi tierra, yo no reblo.