Aunque todas las mañanas lo hago, no es nada aconsejable para la salud mental de nadie en estos tiempos. Con esta panda que nos gobierna, vivir se está convirtiendo en una tortura, tanto física como psicológica.
Ya no sé qué hacer, si hacer acopio de armas, munición y víveres o cambiarme de país.
Y lo de cambiarme de país va muy en serio. Demasiado. Antes era una aspiración personal. Ahora, que mi persona está muerta o hipotecada, ya no lo sé, que la ilusión no mueve nada, queda sobrevivir. Queda el orgullo de hacer algo y que no te paguen con la moneda de la defección, tan común en España. Irme a un lugar donde lo que obtenga sea el fruto de mi trabajo, y no de mis relaciones o mis amistades.
Este año las vacaciones no van a arreglar nada. Las pasaré cavando trincheras y tendiendo alambre de espinos. No me cogeréis vivos.