Pese a los denodados esfuerzos de la gente que me conoce y aprecia, sigue gustándome la música triste, melancólica, de corazones rotos, de revolcarse en el dolor. No dejan de venirme letras a mi cabeza, a mi corazón, que añora recuperar la ilusión, volver a ser un niño.
Así que ahí voy. Muchas, demasiadas veces acosado por el oleaje de la vida y el trabajo, que me ahoga, que me hace desviar vida, caudal y sueños a lo cotidiano, a lo banal. Siempre olvidando mi persona, mi vida, olvidando a mi familia que no debe nada de mi decepción, de mi defección. De las traiciones de que soy objeto y que me hunden todos los días, que debo buscar fuerzas y razones para levantarme. Para pelear. Para ganar el pan y la sal, sin mirar atrás, sin mirar adelante. Huyendo, siempre huyendo. Aunque sea de mí mismo, de mi pena, de mi dolor. De mis errores y mis derrotas.
Últimamente sólo pido un poco de justicia, un poco de suerte para mi corazón.