Todo se acaba, y por este año ya está bien. Al menos terminan mis clases, aunque me quedan un rosario de exámenes de los que dar buena cuenta. Y me centraré en los mil marrones que cuelgan ahora de mí, y en los que vendrán.
Hoy, no sé por qué, es un muy mal día. Un día muy tristón, de esa tristeza que emana de tu interior, que nace de los recuerdos y amplifican las pesadillas. Que nace de la ausencia de ilusión y esperanza. De ésa que nace de lo cotidiano, de la guerra, de la constante pelea para evitar que el mundo te invada y acabe con lo poco que tienes. De sentirte como el único defensor, el único responsable de evitar que el mundo entre por la ventana y acabe invadiéndolo todo.
Nada es lo que parece, y nadie está contento con lo que tiene. Pero es lo que tiene la vida, hay errores que no terminas de pagarlos nunca.