Vuelve la anodina vida a golpearme. Estos últimos días de vacaciones los paso sin ganas de nada ni de nadie (lo siento, señorita Tenia. Y eso que la tengo en más alta estima de lo que imagina). De que pase el tiempo y llegue el martes y me meta en la trinchera a luchar, otra vez. Otra vez. Otra maldita vez.
No he hecho nada de lo mucho que tenía que hacer estas vacaciones, y ahora me agobio con todo ese trabajo que el martes llamará a mi puerta, de nuevo. Nunca aprendo que el descanso es derrota. Ahora sólo quiero escuchar, de hecho lo estoy haciendo, «Tal vez te acuerdes de mí«.
O quizá mejor olvidarlo todo, resignarse. Pero como un toro triste hay que agachar la cabeza, del centro del ladrillo de cristal empujar hacia afuera, hacia lo otro tan cerca de nosotros, inasible como el picador tan cerca del toro. Cortázar, tú y yo y la esperanza que aún no se había ido, en aquel tiempo, en aquel lugar.
Supongo que todo esto pasará, tarde o pronto, espero que cuanto antes. Mientras tanto, no dejo de acordarme, de arrepentirme, de avergonzarme.