Aquí estoy, en la UPV, haciendo tiempo para volver a casa, viendo todo lo qué me rodea y cansado de todo y de todos. Este fin de semana no voy a hacer mucho deporte, me duele pierna horrores de tanto correr y correr sin llegar a ningún sitio; el trabajo se me amontona, los marrones crecen y las malas soluciones de compromiso son las únicas a las qué puedo llegar, sabiendo qué comprometo crédito, que gasto de ese caudal qué tiene qué durarme tres años y me parece, a la vista de lo que se me cierne, escaso a la luz de la desesperación.
Un poco de suerte no vendría mal. Y tampoco un poco de muerte, o de ternura, o de cordura, o de locura.