Estoy en el concierto de Navidad de la UV. No soy muy códigos de este tipo de conciertos, pero he venido por motivos de representación.
Una hora a solas da mucho que pensar. La música, onírica y embelesante, ayuda. Así que a mi memoria ha saltado el recuerdo de los tiempos en que el futuro era imperfecto, con la línea de sombra sin cruzar. Tardes de soledad, bandas sonoras, lluvia y fuego, con todo por decidir. Entonces, en aquel entonces, la vida era una pérfida y perdida guerra de conquista. Todo podía ser, todo podía ocurrir, todas las caras y las voces y los besos eran míos. Era más feliz por tener, simplemente, más esperanza.
Ahora la vida sigue siendo sorda y monótona, nada que conquistar, apenas defender lo obtenido y luchar contra la contingencia, Lo imponderables y las traiciones. Cruzar la línea de sombra es lo que tiene: te hace viejo e infeliz, la vida manda de ti, para bien y para mal.
Sin esperanza ninguna, sin sueños, sólo queda pelear y esperar.