Hace muchos, muchos años, en una vida lejana, trabajaba yo en Adeit, año 96, con Teresa, Jordi y el resto de la banda. Justo enfrente de la sede de la Universidad de Valencia, en la calle La Nave. Era Navidad, y fuimos a la picaeta que hacían en el mismo claustro. Ni que decir tiene que me sentía un poco fuera de lugar. Estábamos comiendo y hablando, el claustro más vacío que lleno, el día gris, fresco, y apareció como por ensalmo una voz, resonando entre el claustro. Tardé algo en ver de dónde venía aquella música tan maravillosa, tan del corazón. Durante esos momentos, algo me trasladó lejos de mí, a un paraíso soñado. Al final los vi. Gente del coro de la universidad, vestidos de paisano, parecía que improvisadamente, estaban cantando villancicos. Jamás viví, jamás he vivido un momento más mágico, que cayera tan profundamente al alma, que acariciara en momentos tan aciagos aquel corazón que se desangraba a chorros.
Días que no volverán…