Sepultado en este túmulo yace mi corazón, el que persigue, cuya vida en juventud fue intachable. Pobre vivió y pobre amó. ¡Ay dolor! ¿Qué será de mí ahora sin tu latido? ¿Cómo volveré a amar en este funesto futuro que me acecha? Estas lágrimas, vedlo las derramo ¡ay triste de mí! como padre sin hijo. Me falta hasta la luz. De dolor se debilitan mis miembros. Más valiera que fueses tú el que hiciera por mi este fúnebre obsequio. Si hay entre los dioses razón, llevadme a mí, padre desdichado. Ya me quedo sin luz puesto que te he perdido, corazón. ¡Lector ! ya prosigas tu camino, ya pases o te detengas un momento y leas el epitafio en mármol a cincel labrado que yo, su padre, hice a su corazón dulcísimo, lleno de amor para mi, bien lo dice la inscripción: en el túmulo quedan enterrados los restos. Adiós para siempre jamás, corazón carísimo