Creo que a veces en la vida es inevitable que uno se plantee ciertas cosas. Ciertos… aspectos que hacen agua y amenazan con hundirlo.
Llevo tiempo dándole vueltas a mi vida, a mi familia, a mi trabajo. Después de tanto luchar por un trabajo envidiable en todos los aspectos (económico, laboral, bien considerado socialmente), después de tener una familia ¿modélica?, una casa, después de tener todo lo que los demás envidian, me veo deseando otra vida.
Me veo dispuesto a tirarlo por la borda, a fugarme con una mujer que no me haga ni caso y no me convenga, a dejar mi trabajo y buscar otra vida, otra ciudad, otra familia. !Menuda locura!
O quizás no.
Quizás necesite eso, necesite razones para cambiar, para seguir adelante y seguir peleando, para ilusionarme de nuevo.
Aunque hay demasiado peso en la mochila, demasiadas cosas que me atan a esta vida, mientras el tiempo pasa y mi tren se aleja y cada vez queda menos tiempo para ser feliz.
Nada depende de mí.
Llevo tiempo dándole vueltas a todo esto, y lo hubiera solucionado, hubiera empezado otra vida si no fuese tan cobarde, si lo fuesen los demás.
Ahora empiezo a vislumbrar la solución, mala y penosa por otra parte. Dolorosa. Traidora.
Es curioso: Amo a quien no me ama y no amo a quien me ama. ¡Qué irónico! Aunque ya os digo que le estoy poniendo solución.
Y sin embargo, tengo muchas preguntas, muchas dudas. Nada significa nada en el amor.
Un nuevo futuro, una nueva vida. Un mundo lleno de posibilidades, de cariño, amor y comprensión. Una forma distinta de ver la vida, de vivir la vida. Seguridad, comodidad, futuro. Pelear por todos los sueños. Todo lo que siempre había deseado y nunca había tenido. Y sin embargo… no sirve de nada. Nada sirve de nada.
Ya os digo que lo estoy solucionando. Estoy peleando, voy a pelear más y mejor. Voy a demostrar a todo el mundo que se equivoca conmigo.
Esto no es el vómito del corazón que os prometí, pero ha estado cerca.
Algún día, con un par de whiskys y buena música, oscuridad y soledad, os lo contaré todo.