Aún no hay nada

en

No hay ańimo ni siquiera para no tener ánimos. Voy a publicar un vómito del alma, una confesión vergonzosa y vergonzante en toda regla, pero no ahora. Igual será esta tarde.

Ayer perdí un importante cargamento de esperanza que me mantenía a flote mientras llegaba a puerto. Estaba en el camino, de abandonar un sueño, conformarme con migajas y esperanza, y llegar a puerto. No me dieron tiempo siquiera a eso, a llegar a puerto y reparar carena. Tampoco me dieron oportunidad de donde vengo, pese a que la lógica les debía dictar todo lo contrario. Ni una oportunidad, ni una opción. Pero me muevo en tierra de cobardes, hasta yo soy un cobarde por no tener valor para huir.

Ayer busqué cómo cerrar este blog temporalmente (no lo hice porque no encontré la opción). También barajé soluciones personales muy drásticas. Ya he dicho que soy un cobarde.

Por la noche, dándole vueltas a todo, me di cuenta de que nada de esto vale la pena. Tendré que irme a buscar mi isla desierta o a naufragar: ya no queda puerto donde volver.

Y pese a todo, no sé de dónde saco fuerzas, sigo luchando. Me cago en mi puta vida, ¡cuándo dejaré de hacerlo, cuándo dejaré de luchar! Mejor rendirse de una vez y dejar de sufrir.

Todo en ti fue naufragio
Miranda Warning, Los restos del naufragio