En esa entrada no voy a hablar sobre mí, para variar. Voy a hablar de este mundo, al que, como decía Gardel, le falta un tornillo.
Estoy viendo las noticias acerca de los indignados, y las maniobras del poder, el capital y los políticos para evitar ni siquiera darles respuestas. Mientras tanto, la masa pegajosa que se proclama mundo asiste impávida y abúlica al espectáculo sin mover un solo dedo.
Es vergonzosa la actitud y las acciones de los políticos, aferrados a un sistema que los mantiene (de puta madre, por cierto), y son capaces de quemar sus barcos y hasta sus marineros para seguir aferrados a esa situación. Sin arreglar sus desaguisados, haciendo caso omiso de las quejas, de la injusticia. Con los bancos apretándoles las gónadas (y si no miren a la Salgado, que pronto salió a poner paños calientes), mientras los bancos y sus directivos ganan más y más, y exigen sacrificios salariales y físicos a los trabajadores. Con las multinacionales ganando más y más de un país esquilmado, con la gente contra las cuerdas.
Pero aún no hemos llegado al límite en el que saldremos todos a la calle a exigir lo que nos corresponde, y a acabar con esta ralea de chupópteros que nos agotan el bolsillo y el alma. Porque aún nos queda mucho que perder, pese a tanto que hay que ganar.
Nada cambia nunca.