Días de vino y rosas, de whisky y espinas

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Imposible el ademán. Al fin hemos llegado a una Ítaca vicaria y bastarda, que nos debe permitir sentarnos a descansar y meditar acerca de todo este camino infinito que hemos andado en un tiempo eterno. Pero no, nunca hay tregua, nunca hay descanso. La travesía pasa factura y hay que reparar la nave, atorar vías de agua, pagar deudas y sueldos de toda la tripulación que nos ha ayudado a llegar hasta aquí.

Seguimos inmersos en la infravida. Perra Ítaca, pobre y desvencijada.