Cada vez escribo menos. Saturado de trabajo y sin ganas de nada, justo ahora que muchas palmeras están a la vista, empiezo a ponerme en modo «a prueba de fallos».
A lo que íbamos: se me queda en el tintero cosas como la actuación de los «Mossus» (serán asturianus) en el desalojo de una universidad de Barcelona. No soy bueno en historia (ni en casi nada), pero creo recordar que la policía nacío única y exclusivamente para defender al poder, un mecanismo de protección frente a la plebe. Luego, esas teorías gatopardescas de quie el poder emana del pueblo y todo lo demás hicieron que se fuera pervirtiendo su fin original y pasara a mantener en cierta medida el statu quo social. Pero, no no engañemos: la policía no defiende a nadie que no sea el poder, ahora enmascarado por un bien social que uno se pregunta a quién beneficia. El resto de su labor son migajas para los medios.
Así que, aparte de emprender a mamporros a los manifestantes, que tiene su punto y volveré enseguida sobre él, se dedicaron a apalear a niños, mujeres y ancianos que pasaban por ahí. La guerra es la guerra, como diría Plinio. El Viejo.
Pero si la guerra es la guerra, ambas partes tiene derecho a hacerla. Me gustaría ver a esos valientes policías enfrentados a personas equipadas igual que ellos. Al fin y al cabo, la mayoría de las veces los manifestantes defienden principios más legítimos que la policía (la policía argumenta que defiende el orden público y la propiedad privada, aunque son justificaciones para enmascarar que defiende la voluntad del poderoso). Quisiera verlos con manifestantes armados con palos, escudos y cascos, y el que más pueda capador. Eso sería más justo. O coger a uno de esos valientes mossus de paisano, solito y sin armas, dar la cara como un hombre de pro, a solas y en privado, ante los padres y amigos de los críos o paisanos que apalearon. Eso sí sería tener cojones. Lo otro, como de costumbre, es abuso de poder. Pero vivimos en España, qué se le va a hacer (por ahora).