Ayer oía en la televisión que el presidente de Galicia, Pérez Touriño, se estaba gastando lo que no está escrito en decorar y asegurar su bienestar mientras ocupe su poltrona: coche oficial (usado) más caro que el de Obama, mobiliario de diseño, etc.
No es que tenga especial inquina a los socialistas: han demostrado ser políticos antes que de izquierdas, políticos españoles. Despilfarradores, corrruptos, chulos de putas (perdón por ponerlos en el mismo saco, señores chulos de putas) y soberbios, déspotas, incultos, prepotentes, prevaricadores, traidores, vendidos y cualquier denuesto que se le ocurra. Cualquier político español, sea del partido que sea, es así, desde el más pequeño alcalde al mismo presidente.
El Pérez Touriño se ha gastado 40.000 leuros en 17 sillas, que es lo que me queda a mí de hipoteca. 40000 euros es un sueldo decente de una persona durante dos años. Y el tío se lo gasta en la decoración decadente y suntuaria propia de aquél que dispara con pólvora del rey. Pero eso no es lo triste. Personas sin escrúpulos las ha habido y las habrá siempre, y en España el doble. Lo triste es que los ciudadanos, la infantería a la que cada cuatro años nos preguntan quiénes nos van a gobernar, le sigamos votando a los mismos. Que no salgamos a la calle la tropa de cualquier bandera y exijamos, desde Cádiz hasta Santiago, que este tipo y su camarilla se vaya a la puta calle.
Pero no: el egoísmo y el fanatismo en este país es espejo donde se mira pasmado el resto del mundo. Tenemos lo que nos merecemos: una mierda de país.