Robo un poco de mi escaso tiempo: las clases habituales, las clases de un máster que doy en otra universidad, mis proyectos, mi empresa… Llevo uno de los peores septiembres de mi vida, ya que me toca trabajar (algo a lo que no estoy muy acostumbrado).
Pasa el tiempo y, según días, estoy más o menos animado esperando una respuesta de la ANECA sobre si merezco o no ser acreditado para ser profesor en nunca bien ponderada universidad. Como el coronel de Márquez, que no tenía quien le escribiera; toda su vida orbitando acerca de esa misiva que arreglaría su vida de una vez por todas. Pero lo que Márquez no dijo fue que esa esperanza era lo más valioso. Mientras no llegara la carta, mientras no me comuniquen nada, queda esperanza y fuerzas para seguir caminando. Cuando llegue, positiva o negativa, buena o mala, todo habrá acabado.
Tengo miedo a que llegue denegada. Significará 18 meses de espera y sacrificio para volver a solicitarlo y volver a esperar una nueva carta, más amarga aún si cabe. Pero lo peor será que, en mi fuero interno, todo lo de la anterior habilitación en la que reclamé no habrá servido más que para causar dolor, mucho dolor.
Y ahora que Solbes y más genete no paran de salir en la tele y los periódicos diciendo que los bancos españoles son fuertes y fiables (que no confiables), creo que es hora de sacar la poca pasta del banco y ponerla en un calcetín.