Por la tarde la hora H. Estaremos en Barcino, como don Quijote, para volver triunfantes o morir allí. La cosa estará peluda, y ya he adelantado 60+75 mortadelos por el billete de tren y el hotel, que corren a cargo del erario personal del que suscribe, firma, signa y consigna. Lástima de juerga. Aunque todo eso va de oficio, ya os podéis imaginar.
He hecho mis preceptivos ensayos, y la gente que me aprecia se ha conjurado para apoyarme en semejante trance. Vamos a ver: no es nada. Es otro mal trago a pasar para no seguir más adelante. Hay mucha gente con mejor currículum, o con más amigos, y me quedaré en el camino. Hubiese sido más cómodo esperar a que todo esto se arregle y al final alcancemos la estabilidad estable jamás contada, pero no es lo mío rendir plazas sin dar batalla. Las pocas veces que lo he hecho todavía resuenan en mi conciencia.
Nos vemos. A partir de la semana que viene, nos dedicaremos a beber cervezas y a arreglar este puto mundo, que falta nos hace.
Santiago…