Estoy imprimiendo las 7 copias, número mágico donde los haya, de mi primera habilitación. Voy a caballo de todo lo que hice para la plaza de contratado doctor, por lo que en cuatro días voy a tener toda la documentación. Son más de 400 páginas, que tardan 35 minutos en imprimirse: me voy a pasar toda la tarde.
Ya dije ayer que hacía todo esto sin convicción. Os explico cómo funciona esto de la habilitación. Hay 20 plazas de habilitados a concurso. El que la saca está habilitado para ser titular, y puede presentarse posteriormente a una plaza de titular. Esta convocatoria la han firmado 150 personas, de las que calculo que se presentará unas 80 ó 90. El tribunal son siete catedráticos de siete universidades, y dan su voto positivo o negativo a cada uno de los candidatos. No se basan, por mucho que digan, en los méritos o el curriculum: son criterios personales. Por tanto, salen aquellos que ellos quieren o conocen. Yo no conozco a nadie en el tribunal y mis méritos son modestos, así que soy parte de la casquería de la habilitación, figurante, soldadito de infantería.
Me presento por orgullo torero, por decir al mundo y a quien quiera enterarse que estoy ahí, totalmente decidido a prestar batalla, aun cuando no creo en la victoria, y con todo voy a dejarme hacer picadillo, empeñando esta vez poco caudal (gracias a amigos como Emilio y a gente que te encuentras en el camino como Pepe Jordán) y menos ilusión.
Pero no puedo dejar de pensar en el desgaste infinito que uno sufre, como ahora Alfredo, y hasta qué punto todo o nada vale la pena. Cuándo debe decir uno que ya ha apostado bastante y es hora de volver a casa.