Cuento sin moraleja

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Rafa trabajaba desde hacía 12 años en aquella empresa. Contratos basura y veranos en el paro, pero ya llevaba 6 años con algo de continuidad. Así que decidió pedir que le hicieran un contrato indefinido y le subieran el sueldo. Aceptaron.
Aunque había unas cuantas condiciones. En primer lugar, pusieron un anuncio en el periódico y ofertaron su puesto de trabajo al público en general. Al cabo de un mes, reunieron a todos los candidatos y les pidieron que prepararan 6 copias de su curriculum y 6 copias de una planificación de su trabajo en el caso de que obtuvieran el puesto. Los convocaron para que, un día, ante un tribunal formado por varios profesionales de distintas empresas, expusieran su curriculum, su propuesta de trabajo y realizaran un ejemplo práctico de su trabajo ante ese tribunal. De entre todos, elegirían a quien se quedaría el puesto de trabajo.

Moraleja.
Ya he dicho que este cuento no tiene moraleja. Eso es lo que hace mi universidad con mi puesto de trabajo. Esto quema un poco, máxime cuando ves a compañeros y amigos haciendo lo mismo que tú, cobrando el doble y sin haberse complicado tanto la vida. No concibo una empresa con semejante proceso de selección, no creo que fuera muy popular. Pero estas son las reglas, y las tomas o las dejas.
Pero no debo quejarme. Hago lo que me gusta, trabajo con amigos, estoy a gusto, me pagan, hago lo que me gusta y tengo total libertad para todo. Además, sólo yo me he presentado para mi puesto de trabajo. Pero a veces uno no puede dejar de quemarse.
Sobre el 20 o 21 de noviembre os invito a asistir a mi proceso de selección. Es público y supongo que será algo surrealista. Todo el mundo podrá venir a esa humillación pública con la que mi empresa premia mis años de servicios.