Hay una guerra ahí afuera.
La veo todas las noches, cuando cierro los ojos.
Hay una guerra ahí afuera.
En las almas. En los corazones.
Es una guerra sorda, sin estruendos, sin disparos;
una guerra sin ejércitos, sin generales.
Sin enemigos.
Hay una guerra ahí afuera;
emboscadas en los recodos de la vida,
trincheras cavadas en el corazón.
Trincheras enlodadas de sangre, sudor y lágrimas.
Hay una guerra ahí afuera.
La veo todos los días, en mis silencios,
en tus silencios.
La veo en las ilusiones moribundas,
las esperanzas maltrechas, los sueños rotos,
caminando derrotados
por trincheras enlodadas de sangre, sudor y lágrimas.
Hay una guerra ahí afuera.
Hay una guerra ahí afuera.
Es una guerra gris, triste como todas.
Una guerra terrible.
Una guerra con lluvia, con nieve, con viento, con frío.
Una guerra con heridas que no cierran,
con traiciones que hielan el alma, la vida.
Hay una guerra ahí afuera.
Una guerra perdida desde hace tiempo, desde su inicio.
Una guerra que teje su negra red de negros augurios.
Una guerra con Quijote y Sancho,
con honra sin barcos,
con el eterno vencido.
Hay una guerra ahí afuera
entre tu corazón y el mío.