«A veces llega un momento que te haces viejo de repente, sin arrugas en la frente pero con ganas de morir…»
Eso decían los Celtas Cortos y ahora, quién me lo iba a decir, empiezo a notar en mis propias carnes esos escalofríos que te entran cuando empiezas a tomar conciencia de que tus trenes han pasado, de que hay un tiempo para plantar y otro para arrancar lo plantado. De que todos tus sueños y quimeras y esperanzas que no alcanzaste se han alejado tanto, en el tiempo, en el espacio, en el corazón, que son inalcanzables. Incluso estando a tu lado, los sueños, los de entonces, ya no son los mismos. Ya no hay esperanza ni ilusión para pelear por ellos.
Lo único bueno de todo esto, si es que lo es realmente, es que tengo la conciencia tranquila y el alma preparada para la rendición; para hacer acopio de esperanzas en la trinchera y defenderme cuando llegue lo inexorable. Aún quedan ganas de luchar, y la sensación de que sé hacerlo como el mejor. Simplemente ahora han perdido sin valor esas cuentas doradas que en mi pasado tanto ansié.
Me hago viejo, y ahora quiero empezar a poner mi alma en paz.