La cosa se pone peluda

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Ayer tuve miedo. A mí, que la mano no me ha temblado mientras aprieto el gatillo, yo que presumía de valiente y ahora lloro y tiemblo como una enfermiza damisela. Y la culpa de todo la tiene la futura gripe aviaria.

Como si de una premonición se tratara, ayer dudaba de si poner el artículo de esta semana de Reverte. Pero un compañero de fatigas habló con un médico, en plan distendido, y le pintó el panorama negro. Si llega una pandemia, nos vamos a quedar solos ante el peligro. Algo de esto se decía en un artículo del Investigación y Ciencia de enero de 2006. 1 de cada tres se contagiará, entre un tercio y dos tercios necesitará hospitalización y el 50% de éstos morirán. La pandemia durará dos meses y colapsará los servicios sanitarios del país que azote. No hay remedio. Tan sólo rezar o esperar, según confesión, a que esto estalle lo más lejos posible.

Y el miedo, el pavor que tengo es que yo no podré hacer nada por defender a los míos. Acabo de traer un niño al mundo, y mi deber es cuidarlo y criarlo y llevarlo a buen término. Pero ahora voy a estar inerme, impotente para hacer nada que no dependa de mí, y no soporto las situaciones que no puedo controlar.

Me preocupa. Y mucho. Y no pienso quedarme de brazos cruzados.

Malevaje
Música: Juan de Dios Filiberto
Letra: Enrique Santos Discépolo

Decí, por Dios, ¿qué me has dao,
que estoy tan cambiao,
no sé más quien soy?
El malevaje extrañao,
me mira sin comprender…
Me ve perdiendo el cartel
de guapo que ayer
brillaba en la acción…
¿No ves que estoy embretao,
vencido y maniao
en tu corazón?

Te vi pasar tangueando altanera
con un compás tan hondo y sensual
que no fue más que verte y perder
la fe, el coraje,
el ansia ‘e guapear.
No me has dejao ni el pucho en la oreja
de aquel pasao malevo y feroz…
¡Ya no me falta pa’ completar
más que ir a misa e hincarme a rezar!

Ayer, de miedo a matar,
en vez de pelear
me puse a correr…
Me vi a la sombra o finao;
pensé en no verte y temblé…
¡Si yo, -que nunca aflojé-
de noche angustiao
me encierro a yorar!…
Decí, por Dios, ¿qué me has dao,
que estoy tan cambiao,
no sé más quien soy?