Siempre habrá clases

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Acabo de salir de una reuniń interna, de nuestro grupo de investigación. Normalmente las hacemos para coordinarnos y ver qué hacemos y cómo lo hacemos. Somos todos iguales, desde el último becario hasta el primer catedrático. Si hay algo de valioso en trabajar aquí son los compañeros de viaje. Pero aunque todos somos iguales, no somos iguales.

Porque hay gente que ya tiene el paraguas del funcionariado, y se preocupa de estrategias de alto nivel porque puede. Pero el resto de gente, los demás, los sin plaza, tenemos que asegurarnos las castañas en cada paso que damos.

Ahora, esta universidad timorata, mezquina y miope trata de poner en marcha un plan de calidad de la docencia, cuando esto ha caído en los abismo más tenebrosos y ahora que Europa le pide cuentas. Antes, para qué. Hacer las cosas bien no está en los Estatutos. Creo.

Y lo más bonito de todo es que lo hace a coste cero. Me encanta esa frase. A coste cero. Significa, como de costumbre, que recae sobre las espaldas de los demas. Que de nuevo la infantería sale a batirse el cobre para que orondos rectores se puedan hacer la foto y llenar la columna de un periódico y la panza.

Esto, encima, es más peligroso en un sistema laboral universitario que te obliga a publicar y a comulgar con ruejos de molino para sacar plaza. Ahora acabaremos con dedicación casi exclusiva a la docencia, y con nuestra plaza en la cuerda floja. Siempre igual, siempre con el traje de faena en la trinchera, sangre sudor y lágrimas.

Siempre ha habido clases. Hasta entre los hijos de puta.