Soy padre

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El lunes, 12 de diciembre de 2005, vino al mundo Javier, mi hijo. Vino de sorpresa, como a mí me gusta. Y en diciembre, quizá también para agradarme. Fue rápido y todo fue bien. Hemos estado una semana en el hospital y ya ayer lunes llegamos a casa.
Yo decía, antes de que naciera, que no me sentía muy padre. Y era cierto, como también es cierto que ahora sí lo siento; que cambian mucho las cosas cuando te ocurre a ti, cuando entra alguien nuevo a vivir en tu casa. No sé si te cambia la vida, supongo que sí, pero aún no me ha dado tiempo a entenderlo.
Ahora tengo, si cabe, más responsabilidad. O la misma, a fin de cuentas, pero con más preocupaciones. Ahora ya son dos las personas a las que tengo que cuidar y defender y por las que tengo que pelear. Dos personas que, en cierto modo, dependen de mí. Me da mucho miedo.
Me prometí que no iría colgando las fotos en internet, o enviándolas por correo, y sigo empeñado en no hacerlo. Ni tampoco en contar las infinitas, nimias anécdotas que ahora creo que no olvidaré nunca y que pronto se perderán, como lágrimas en la lluvia.
Estoy feliz por mi nuevo hijo, que espero que no sea el último. Pero la avalancha no cesa. No hay descanso, supongo que es la vida. El domingo salimos del hospital y hoy entra mi abuela, que cada día va a menos y no quiero pensar cuánto durará. Aun con el dolor, hay que pelear y detener la avalancha. O al menos intentarlo.