Busqué a Benedetti en las pupilas de una mujer, de belleza y lealtad incomparables. Lo busqué en vano desde que me di cuenta que estaba en la trazada equivocada, que la vida hacía agua por estribor. Puse a Benedetti en ojos equivocados, en corazones erróneos que nunca alojaron sino vacío o egoísmo. Me falló la táctica y la estrategia, ninguna compañera me pidió hacer un trato. Me equivoqué buscándolo en tus pupilas, por más pena y amor que dediqué a encontrarlo, a injertarlo en tu alma, a transplantarlo en tu corazón.
He desistido de todo aquello en esta perra vida. Parece mentira haber renunciado a los objetivos importantes, haber fracasado en todo lo que dependen del corazón y haber logrado lo que nada importa, lo que no tiene mérito alguno. En medio de este desistimiento, de este abandono, de esta casi defección que me atormenta, encuentro a Benedetti donde menos lo esperaba, rodeado de viento que no mueve molinos, y ahí está él. Como para decirme que sí, que es cierto, que estoy completamente derrotado.