O sea, ayer.
Ayer acabé mis clases del Máster de Bienestar, y ahora debía sonar de fondo «Hace un año«. Ayer acabé agotado, enfermo, ya no sé si de amor o de resfriado, pero acabé en la cama a las 10 de la noche y casi sin cenar. Hay días y días, y ayer fue de los últimos.
Pese a todo hubo fogonazos de esperanza en la retina de este viejo perdedor, de éste que se ha rendido sin dejar de pelear. Sin saldo en el corazón por las guerras que emprendí y perdí, ahora tirando sólo de oficio, de costumbre. Manteniendo la espada en alto, nada más.
Y hoy miércoles, sigo aquí. Aguantando el tirón, sin convencimiento, sin corazón. Como se pierden todas las guerras: no se puede luchar sin corazón. Sigue esa tristeza instalada en mí, supongo que para mucho mucho tiempo, pero la llevamos con Andrés, Marwan, Luis y otros amigos.
Ningún hombre es un fracaso si tiene amigos. Ni ninguna mujer.