Hoy es un día especial. Por muchos motivos. No sé si bueno o malo, el tiempo lo dirá, aunque la experiencia me dice que es malo, que será malo, que será peor. Que vendrán días peores.

Uno de esos motivo es que hace 20 años que comencé mi carrera en la universidad. Pese a que el verano del 93 lo pasé trabajando con la gente de potencia, tuve que dejarlo en invierno. Y el 13 de enero de 1994 tuve una entrevista con Juan Guerrero, con quien curiosamente he hablado también esta mañana. Me hizo una entrevista y comencé a trabajar con ellos. Luego el tiempo pasó, pasaron cosas, pero ya no me volví a ir nunca. Y aquí sigo.

Hace 20 años, que Gardel diría que no es nada. 20 años de cicatrices. De aciertos y errores, de mucha lucha, de mucho coraje y corazón. 20 años peleando por construir una vida a un precio demasiado alto. En 20 años ha cambiado quienes estaban a mi lado, me han roto el corazón unas cuantas veces y lo he reparado la mayoría de ellas, he vendido caro mi pellejo casi siempre y tomado casi todas las playas que me propuse. Tuve muchos errores, perdí muchas batallas y aprendí que sólo luchando se llega a alguna parte. Aprendí, muy a mi pesar, que hay sueños que tienen su momento y que no hay que postergarlos, que el tiempo siempre te la juega y que lo que no se hace en el momento no se hace, pesa toda la vida.

20 años para darme cuenta de que estoy exactamente donde me propuse, aunque no es donde me hubiera gustado estar. Ahí está mi problema: no me rindo, nunca dejo de luchar, nunca dejo de darle vueltas a todo intentando tomar otra playa. Da igual que tenga 25 ó 45: mi corazón tiene 16 y sigue en pie de guerra, queriendo comerse el mundo como el primer día.

Sólo hay una diferencia: demasiado peso en la mochila. Pero aún quedan cuajo, arrestos, redaños, tripas, cojones, valor para enfrentarme a la vida durante otros 20 años, y llegar allí donde quería estar.