Así se convirtió en el más intrépido de los hombres vivientes, hábil en las artes y versado en las tradiciones, de ellos y más que todos ellos; porque tenía una sabiduría élfica, y en los ojos llevaba una luz que cuando se encendía pocos eran capaces de soportar. El rostro era triste y severo a causa del destino que pesaba sobre él, pero siempre conservaba viva una esperanza en el fondo del corazón, del que la alegría brotaba a veces como un manantial de una roca.