En busca de la felicidad

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Dicen en mi pueblo que la suerte no es del que la busca, sino del que la encuentra. Pero, ¿y la felicidad? ¿Se busca o se encuentra? Si crees que no la tienes, ¿sales a buscarla o te sientas en la puerta de tu casa a esperar, a ver si pasa y la conoces y le echas el lazo?

¿Cómo sabes que eras feliz? ¿Habrá alguien tocando el violín, como decía Christina Rosenvinge?

Demasiadas dudas para un corazón desfallecido («my wasted heart» en «love actually»). Cómo saber si eres feliz o no, qué hacer con tu felicidad, si pasará por tu puerta, si tienes que llamarla o pedirle cita, o esperar a que pasee ante tu puerta. ¿Y si no pasa nunca? ¿Resignarse a no ser feliz, a no conocer la plenitud de tu alma y tu corazón y a lamerse las heridas como los lobos? ¿Qué hacer?

Sé que la esperanza es una puta vestida de verde, pero ¿qué es la felicidad? Para mí la felicidad es una monja que va vestida de dulce niña.

En busca de la felicidad

(Esta canción de Rosenvinge es la razón por la que un día puedo comprarme un cómic de Corto Maltés o una chaqueta de soldado inglés)