Noche sin dormir, dándole vueltas a todo: mi vida, mi trabajo, las pequeñas cosas que acaban pesando tanto que te hunden.
No lo había hecho en mi vida: me he levantado a las 6 y media de la mañana y me he ido a correr. 50 minutos entre la lluvia y el frío, corriendo para no helarse, pensando sin llegar absolutamente a ningún sitio. Lluvia en soledad.
Hay épocas en la vida de una persona en que todo se vuelve a plantear. Las decepciones pasan factura y piensas en todo lo que has dejado atrás, en lo que pudo haber sido, en cómo te decepcionan las personas, en cómo decepcionas tú a los que te rodean.
Cuando empieza «El principito», Saint Exupèri le dedica el cuento a una persona, y pide perdón por no dedicárselo a un niño. Algo así me ocurre a mí: no puedo dejar de pensar en una persona que está pasando unos días malos. Días de incertidumbre, nervios, decepciones y preguntas sin respuestas. Que está sola (en realidad no lo está, pero no lo sabe) y no sé si perdida o desorientada. Tiene verdadera necesidad de consuelo. Asi que estos días siento mucho dolor y tristeza añadidos a los míos personales. Así que le dedico esta entrada a esa persona, cuando era niña.
A Raquel.
A LEÓN WERTH
Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona grande. Tengo una seria excusa: esta persona grande es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona grande vive en Francia, donde tiene hambre y frío. Tiene verdadera necesidad de consuelo. Si todas estas excusas no fueron suficientes, quiero dedicar este libro al niño que esta persona grande fue en otro tiempo. Todas las personas grandes han sido niños antes (Pero pocas lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria:
A LEON WERTH
CUANDO ERA NIÑO