Equivocado

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Yo creía que, en la vida, una vez alcanzabas un cierto estado, una cierta posición, unas metas o, simplemente, una cierta edad, dejabas de pelear.
Te dedicabas a deslizarte placenteramente por el océano contemplando el paisaje y recreándote en aquello que tanto habías ansiado. Aunque ya me avisaron, no quise escuchar. Y es que ocurren cosas curiosas. Ocurre, por ejemplo, que al final estás donde no quieres estar. Puede ser porque no hayas cumplido tus metas (gracias, señor rector), o porque las has cumplido pero ya no te satisfacen, no llenan ese vacío interior que te reconcome dentro. La cuestión es que sigues peleando, se alcanza un estado estacionario de lucha perpetua, de kale borroka, de guerra de baja intensidad que te lacera continuamente el costado sin dejarte descansar.
Parece ser que estamos condenados a ese dolor crónico, a ese esfuerzo de Sísifo con la esperanza de alcanzar el año 3000 de la manera más digna posible.
Puede ser que lo llevemos impreso en los genes,que sea el castigo infligido por aquel pecado original que tanto nos amedrentaba en la niñez; esa venganza divina a largo plazo que nos condena a pelear siempre, a no descansar, a vivir muriendo de la forma más dolorosa.
Lo mejor sería tomar pastillas para no pensar, pastillas para no soñar.

Si lo que quieres es vivir cien años
no pruebes los licores del placer.
Si eres alérgico a los desengaños
olvídate de esa mujer.
Compra una máscara antigás,
manténte dentro de la ley.
Si lo que quieres es vivir cien años
haz músculos de cinco a seis.

Y ponte gomina que no te despeine
el vientecillo de la libertad.
Funda un hogar en el que nunca reine
más rey que la seguridad.
Evita el humo de los puros,
reduce la velocidad.
Si lo que quieres es vivir cien años
vacúnate contra el azar.

Deja pasar la tentación
dile a esa chica que no llame más
y si protesta el corazón
en la farmacia puedes preguntar:
¿Tiene pastillas para no soñar?

Si quieres ser Matusalén
vigila tu colesterol
si tu película es vivir cien años,
no lo hagas nunca sin condón.
Es peligroso que tu piel desnuda
roce otra piel sin esterilizar,
que no se infiltre el virus de la duda
en tu cama matrimonial.

Y si en tus noches falta sal,
para eso está el televisor.
Si lo que quieres es cumplir cien años
no vivas como vivo yo.

Pastillas para no soñar, J. Sabina