The friends’ song, Mark Knopfle, The Princess Bride
Volver a ser un niño, volver a experimentar anhelos, sensaciones, pálpitos y pesadumbres. Volver a descubrir tardes eternas con el sol arrebolado que se esconde tras los edificios, tras los pinos, tras qué importa qué.
Música, penumbra, alcohol, un aliento cálido, desconocido, una mujer desnuda y en lo oscuro (tiene una claridad que nos alumbra de modo que si ocurre un desconsuelo un apagón o una noche sin luna es conveniente y hasta imprescindible tener a mano una mujer desnuda).
Cuatro sueños, cuatro esperanzas, cuatro ilusiones malparidas, bastardas; cuatro balas y un casquillo en la recámara, un fusil que humea y carraspea sujetando a un soldado que se sabe perdido, que se sabe muerto y mal matado, que quedan cuatro balas impotentes, como los cuatro sueños, cuatro esperanzas, cuatro ilusiones.
¿Qué busco ahora, con la línea de la sombra cruzada y olvidada, con tanto dolor en las espaldas, tanto peso en la mochila que arrastra al alma hasta los insondables infiernos del paraíso? Quizá sea sacudir las pulgas del corazón, volver a ser un niño, vivir durante un ratito, durante una vida otra vida; escaparme de todo y todos y dirigirme hacia algún sueño, alguna ilusión, alguna esperanza, ilusionado, esperanzado, soñando que alguien espera en la isla misteriosa.
Pulgas en el corazón, christina rosenvinge