Hay días, semanas, meses, que todo tiene un mismo color y terminas por recoger la esperanza en una bolsa y tirarla al cubo de la basura. Que descubres que esa vida tan maravillosa que dicen que tenemos ni es tan vida ni tan maravillosa, y que necesitas un par de dosis de ilusión en vena que te dé un empujón, que te mantenga a flote hasta que todo pase.
Pero nada viene de cara. No me preocupa la crisis, ni los políticos, ni la SGAE. Habiendo peleado tarde, mal y nunca, mucho y a la contra, parece que la pirámide de Maslow me ha clavado su punta en el culo y se abre camino hasta mi cerebro.
Supongo que he cubierto con mayor o menor acierto los dos primeros estratos y, misántropo como soy, estoy de acuerdo con mi estatus en el tercero. Si acaso, algo de sexo abundante. No sé si mi ego se llena lo suficiente con este blog, aunque aún no me preocupa. Y de la autorrealización, mejor ni hablar.
Así estoy yo sin ti, adicto al Lagavulin, a la oscuridad y a soñar despierto. Escuchando hasta la náusea a Quique González, a Rebequita Jiménez, a Christina Rosenvinge. Hasta viendo de nuevo Last Nights Party y deseando que me inviten.
Como le digo a Pili: «Necesito una mujer»