Me acostumbré a las noches en vela
llorando lágrimas de acuarela
y puse a arder versos y madera,
perdí las ganas y las maneras,
se me cortaron los labios por la pena.
Todos tenemos nuestros particulares Trafalgar; cargamentos de recuerdos que nos indican que, en algún momento, tomamos un camino y dejamos atrás muchas cosas, ya para siempre.
Seguimos adelante, cómo no, todo el mundo lo hace. Todo el mundo sigue andando su camino porque hay poco más que hacer, sólo queda caminar y ver en dónde termina nuestra senda. Aunque a veces no dejas de preguntarte si el camino es el tuyo, si tiene realmente corazón. ¡Cómo cuesta andar un camino sin corazón!
A veces la madurez es aceptar que tu tiempo para cambiar el mundo, tu vida, se ha agotado. Que todo lo que no hiciste ya se ha convertido en imposible, en polvo de sueños imposibles de recuperar. Que hay que seguir caminando, que Ítaca nos está dando el hermoso viaje. Que soñar es de locos que siguen viendo dragones y corazones en las nubes, mariposas en las puestas de sol. De cuerdos es, si te gustan las nubes y las puestas de sol y y las mariposas y los sueños, estudiar meteorología, entomología o psicología, para poder hablar de algo en los eventos sociales.