Tras este terrible inicio laboral, parece que ya alcanzo a sacar la cabeza. No es que se haya acabado: lo peor empieza ahora, pero ya encuentro fuerzas para ir manejándolo.
Lo peor es esa resignación, esa cobardía que se ha instalado en mí tras las navidades. Cuando ya no te quedan ganas de pelear y te resignas a malvivir, a vivir, a aguantar. Supongo que son fases, y en medio mes estaré otra vez soñando, pero ahora mismo… Ahora no me apetece ni huir ni olvidar ni soñar. Dejadme que me quede en mi rincón. Que retire mis tropas, que firme mi particular armisticio con la vida durante un tiempo. Últimamente he alcanzado demasiados límites vitales que me pasan factura. No es rendirse, sólo es decepción.
Ya estoy harto de hablar de mí. Mañana hablaré de vosotros.