1996-2014

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Anteayer estuve rebuscando en el historial de mi página web. Mis primeras páginas web datan de 1996 aproximadamente, y alguna de ellas, las primeras, se han perdido. Pero conseguí recuperar, entre otros, textos de 1997-1998:

Saludos desde el otro lado. Esta página se ha cerrado lentamente, como una puesta de sol. La noche ha caído y todo lo cubre con su manto de piadosa oscuridad.

Voy desgranando mi tiempo lento, descuidado. La sensación agridulce persiste, se aguza incluso y sigue marcándome, hiriéndome en noches como ésta, a finales de 1997.

1997. Es el número. El Año, con mayúscula. El 31 de diciembre de 1996 estaba yo, a eso de las 12 de la noche, solo en medio del monte mirando a mis pies las estrellas de mi pueblo, sintiendo sobre mi cabeza las estrellas del cielo. Entonces eran momentos duros y oscuros, y me prometí muchas cosas, fui sembrándome de esperanza para no hundirme. Y una de esas esperanzas, aferrada de milagro por algo de lógica, fue que 1997 sería mi año.

Pero la hora más oscura es justo la de antes del amanecer, y en septiembre de 1997 me había rendido. Estaba sentado en el suelo, jugando con las piedras del camino y pensando que ya no valía la pena luchar. Que volver es otra forma de llegar. El día que te cansas es el día que pierdes, y aquellos días yo había perdido. Ya pensaba en recoger mis bártulos y emprender la retirada. Por primera vez casi en mi vida mi corazón había desfallecido.

Todo ocurrió de repente, pero el fruto de cinco años inciertos, duros como piedras y plagados de errores escandalosos y aciertos invisibles, afloraron como un torrente.

Ahora termina 1997. He cumplido mi sueño, pero no soy feliz. Y descubro que estaba equivocado. Que Ítaca, pobre y desharrapada, no me ha engañado. Ella me ha dado el hermoso viaje.

Y hace tres meses que llegué, ya empiezo a conocer la isla y preparo mi nuevo viaje. Hay que seguir luchando. Y mi corazón va saliendo a las puertas de su guarida, anhelando el tibio sol de cuando en cuando. Todavía no está curado, pero también debe aprender muchas cosas. Aún así, sigue sufriendo, algo que se prometió evitar a toda costa. Nada es fácil en esta puñetera vida.

Me despido. Si has llegado hasta aquí, debes ser amigo mío de verdad o una persona que vale la pena conocer. Así que escríbeme.

Me marcho ya. Ahora, en mi próximo viaje, no viajo solo y es duro para mí, es duro andar caminos ya olvidados, siempre a fuerza de corazón, a golpes de corazón. Ya está débil para eso. Todas las heridas recibidas en el camino, heridas que brillan en la oscuridad, duelen ahora. Siempre duelen. Esta particular visión de la vida te lleva lejos pero te quema por dentro. Sólo la esperanza nos mantiene en pie.

Como siempre, palabras para uno mismo, que sólo encuentran su significado cuando te enfrentas en la soledad a esos fantasmas que te siguen acosando en las noches. Quedan muchas cosas en el tintero, pero deben quedar ahí, ya llegará su tiempo si es ese su destino.

Adiós. Uno debe hacer lo que debe hacer, y hay pocas cosas por las que vale la pena luchar. La sabiduría en la vida está en aprender a distinguirlas de aquellas que no importan.

Hasta pronto.

A raíz de esto recordé que sí; en mis oscuros momentos de 1996, sólo en la vida, me escapé a rumiar con mis penas y mis ambiciones. Necesitaba darle sentido a mi vida.

Y hoy, 18 años y 5 días después, he hecho algo muy parecido. Me he escapado, andando, cerca de donde estuve entonces (soy un animal de costumbres). He mirado las estrellas, el cielo estrellado que tan abandonado tengo. He caminado en la oscuridad y me he dado cuenta de que estoy tan o más perdido que antes. Rodeado de gente, aunque en muchos sentidos igual de solo.

No he aprendido nada. Sólo la esperanza, maltrecha y ajada, me mantiene en pie.